Manifiesto para el pensamiento rizomático
- Equipo Rizoma
- Jun 7, 2017
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“…Amigo Fedro, ¿a dónde vas y de dónde vienes?” (Fedro, Platón) De esta manera, con la pregunta de Sócrates a Fedro inicia el diálogo homónimo de Platón. En el Fedro se plantean como temáticas principales el amor y el discurso (la retórica científica, si se quiere hablar en términos actuales) junto con la conveniencia o no de escribir. Igualmente, este es uno de los más conocidos diálogos de Platón, nos presenta una discusión en términos casi que poéticos entre alma, cuerpo y espíritu. Alma como un equivalente del discurso (aquello que da la esencia humana), el amor como una categoría del espíritu que sirve de impulso verdadero para la existencia (creación, re-creación) del alma y el cuerpo ligado al ejercicio de la anamnesis o rememoración. En este sentido la escritura se puede presentar como un ejercicio corporal, pero enteramente ligado a los otros dos puntos cruciales del escrito. ¿Pero que tendría que ver esto con la antropología en sí? Pues bien, algunos de nosotros recordamos haber leído hace no mucho tiempo la tesis de grado de una egresada de antropología, Italia Isadora Samudio Reyes titulada Un cuento para muchos, Un cuento para una (1999). El amor, el discurso y la escritura, temas discutidos en el Fredo platónico, son quizá los que más se pueden conectar y relacionar con esta tesis y sus presupuestos epistemológicos producto de reflexiones sobre la antropología: ¿Hacia dónde va el discurso de nuestra disciplina y de qué manera se está originando? ¿Se está originando un discurso antropológico, o nos estamos quedando en la sobria reproducción de unas consignas disciplinares ligadas a ejercicios de poder presentes pero invisibilizados en la práctica? Estas son preguntas que la autora sugiere, y que quedan rondando en la cabeza. Y es que, sin duda vivimos en un tiempo convulso. El mundo ha cambiado mucho desde los orígenes de la antropología académica cuando ésta se gestó en el vientre del colonialismo. La antropología al igual que el mundo ha evolucionado, tal vez no al mismo esquizofrénico ritmo de la sociedad, pero si a pasos agigantados. Primero fue un evolucionismo positivista, hijo moderno de la sociedad de la época, luego el funcionalismo y el estructuralismo, al igual tremendamente coloniales; una teoría simbólica de la cultura se comenzó a repensar estas relaciones y finalmente: un postestructuralismo, que ha comenzado a reevaluar estas relaciones coloniales y a generar preguntas como aquellas a la que se refirió Italia Samudio; como aquellas que impulsan el diálogo en Fredo. Llegados a este punto, es pertinente ubicar el lugar de la antropología dentro de la sociedad contemporánea. La importancia de entender al otro, más allá de descubrirlo o dominarlo, pero además de entendernos a nosotros mismos, incluyendo nuestro propio pasado, nuestra forma de interactuar con el otro y nuestra propia otredad, son elementos esenciales para la construcción de un conocimiento equitativo, en una sociedad donde cada vez más las personas son un grupo ingente de datos, cifras que se acumulan sin una razón aparente. La antropología constituye un puente entre mundos, posibilita el conocimiento y pone en evidencia, algunas veces de una forma un tanto escabrosa, la realidad en la que estamos inmersos, pero de la que no somos conscientes. El conocimiento y la información son parte de estas realidades no conscientes, la importancia y, valga decir, el poder que han cobrado impactan, de forma directa a la cotidianidad del ser humano. Entre los conceptos más sonados últimamente está la denominada Economía del Conocimiento, el cual consiste muy coloquialmente en el uso del conocimiento como tal para generar un valor añadido en los procesos de creación en los cuales se utiliza. Dichos procesos de creación están imbuidos completamente en las directrices del mercado actual, es decir, generar capital. Por otro lado, también puede aplicarse a la paulatina transformación de los saberes en mera información, bien sea desde la orilla de facilitar la transmisión de los mismos o desde la otra orilla: una mercantilización y tecnificación acelerada del conocimiento. Este es uno de los rasgos propios de lo que algunos autores han denominado como Posmodernidad o Modernidad Líquida o Modernidad Tardía. El quid del asunto es esa brecha constante entre teoría y práctica, espejo de una cierta falencia metodológica y síntoma de ausencia de una teoría pedagógica que solucione estas vicisitudes del proceso de enseñanza de muchos componentes del pensamiento antropológico. En pocas palabras, es necesario confrontar los enunciados y bases teóricas preexistentes para así poder conjugar métodos y prácticas que superen estos pequeños escollos para el desenvolvimiento coherente de la disciplina. Quizás porque se adolece dentro de las propias instituciones educativas de una verdadera pedagogía de la enseñanza, el objeto de la pedagogía ha sido fraccionado y definido por parte de otras disciplinas sociales. Las cuales hacen un análisis y comprensión del proceso educativo desde sus propios presupuestos epistemológicos, tal es el caso de los estudios en educación realizados en el marco de la psicología, por ejemplo. Por otra parte, es probable que la proliferación de técnicas/tecnologías de la comunicación pueda descontextualizar al maestro y a los mismos estudiosos de la disciplina, ante la incapacidad de abarcar teóricamente la enorme abundancia de información y literatura especializada. Es por ello que al principio se hacía hincapié sobre la denominada Economía del Conocimiento, en la que la pedagogía, se ve claramente inmiscuida hoy en día, sea para bien o para mal, pero muchas veces esta disciplina se encuentra difuminada y diseminada entre la gran cantidad de estudios y epistemologizaciones sobre educación que tienen como objeto mejorar el rendimiento de la oferta y demanda dentro del mercado educativo. En estos tiempos de hoy, de Modernidad Líquida en la que los viejos conceptos e ideologías parecieran hacerse agua frente a las necesidades del presente, la proliferación y sistematización de la información es una de sus características más notorias. En otras palabras, la enorme libertad para acceder a la información, en cierta manera, genera lo que algunos han mencionado como Anarquía epistemológica, es decir, que todo puede ser teorizado porque sí. Si bien la generación de teorías e hipótesis es una característica evidente del conocimiento científico, esta no puede hacerse sin ton ni son como se dice coloquialmente. Es por esto que, como Rizoma, llamamos a repensar la antropología en una época de crisis epistémica, pues el trabajo antropológico no es el mismo hoy que hace diez años. Para esto proponemos espacios físicos y virtuales que sean generadores de pensamiento crítico y que se basen en la estructura horizontal del rizoma, tomando lo dicho por Paulo Freire en su célebre “Pedagogía del oprimido” hay que aprender en comunión. (Freire 1970). Ahora bien, la escritura es el medio predilecto hoy en día para compartir conocimiento, es la producción escrita la que se valoriza y se mercantiliza. La demanda es por palabra escrita. La escritura como tal es una de las características más esenciales de una civilización, o al menos un signo notable de lo que muchos llaman refinamiento social o desarrollo cultural. Se tiene entendido que el acto de escribir apareció en distintos lugares y culturas del mundo en diferentes épocas y bajo condiciones igualmente particulares a cada sociedad. Roland Barthes plantea al ejercicio escrito como una verdadera revolución del lenguaje y por ello, en una genuina revolución del pensamiento (psiquis) humano, la escritura en sí es una segunda memoria para el hombre además de aquella memoria biológica que la naturaleza le ha dado. Es por ello que esta forma es parte indispensable de los actuales procesos comunicativos y ha sido parte esencial del ejercicio comunicativo desde que se inventó hace ya más de 6 mil años en Oriente. La importancia de la palabra escrita y hablada en nuestra concepción y construcción del tiempo como fenómeno y categoría que trasciende lo natural y se encona en lo social es indiscutible. La misma generación de información y conocimiento, sobretodo la primera, empuja a la palabra escrita a una crisis de credibilidad y de razón de ser. Si en algún punto la escritura desafiaba lo finito de una conversación para durar por siglos a disposición de los lectores escogidos e iniciados, ahora las palabras han perdido esa superioridad frente a lo efímero, no desaparecen en el aire como palabras habladas, se hunden en un mar de palabras a base de código binario. Por consiguiente, probablemente el mejor remedio para revitalizar el saber y la palabra sea volver sobre la metodología de Platón. Para que la palabra escrita no se hunda sin efecto ni razón en un mar de datos habrá que volverla diálogo. Para el discípulo de Sócrates, Platón, la pérdida de la palabra hablada en pos de la palabra escrita, allá en la Atenas de la edad de oro, generó distanciamiento, ya que el poder de la comunicación reside es en el diálogo, como una forma más cercana (casi sexual) de comunicarse entre dos o más personas. Distanciamiento que apuntamos a reducir, buscamos cercanía que nos permita compartir conocimiento y generar reflexiones. Con el propósito de difundir y generar conocimiento desde la perspectiva de la antropología histórica, Rizoma se ha planteado como una red que busca poner en contacto a quienes consideran pertinente esta disciplina en el marco de una sociedad cambiante. Posibilitar la comunicación entre diferentes posturas y a través de diferentes canales, explorando también, vías que han dejado de ser reconocidas como válidas. Cambiando la dirección del conocimiento, de las páginas a la voz, un espacio de diálogo y discusión donde se genere comprensión de lo presente. Como resultado de ello creemos que lo más importante es entender que la antropología histórica es tan solo una forma de hacer antropología, pero que creemos es totalmente pertinente para darle contexto temporal y fenomenológico a nuestro trabajo de campo (sea este realizado en presente o en pasado) el cual ha tomado una esencia mucho más cotidiana. Nosotros los y las antropólogas hemos tenido como uno de los pilares fundamentales de nuestra disciplina el estudio de las comunidades no occidentales, (otros) en términos coloquiales: comunidades indígenas, pueblos originarios, nativos, e incluso el campesindado etc. La antropología tan nuestra, sin embargo se funda dentro del universo y el pensamiento del colonialismo; para nadie es un secreto el origen un tanto odioso de la disciplina , así como también la necesidad de superar este estigma, este sino, este fantasma, que ha perseguido de manera constante al oficio antropológico. Han surgido muchas críticas hacia la condición misma de la disciplina y hacia su papel en la sociedad. Esto último, quizá sea el principal nodo argumental de la autocrítica en nuestro peculiar gremio. Porque sí, como anota Ernesto Camou, en su artículo De la crisis a la praxis la crisis nace de la autorreflexión, del cuestionamiento. Esta autorreflexión está ligada y parte de las oposiciones y contradicciones surgidas entre objetos de estudio (en el caso de Camou campesinos), y antropólogos en el proceso de crear conocimiento. La crisis así, se manifiesta cuando esta autoreflexiblidad no surte efectos prácticos al no encontrar “…caminos de solución efectiva para ella…” (Camou, 1997, pp. 343) ¿Pero en qué se basan o fundamentan estas contradicciones y oposiciones entre objetos de estudio e investigadores? Las razones pueden ser múltiples si las pensamos desde lo epistemológico, sin embargo el problema de fondo radica en el poco entendimiento por parte de los investigadores respecto a las grandes similitudes que están comenzando a presentarse (a pesar de la aparente diferencia polar) entre campesinos e investigadores sociales por ejemplo. En el caso de Camou, este nos da a entender que si bien los antropólogos han hecho una titánica labor de recolección y creación de datos e información etnográfica; este ejercicio, que implica una comprensión de la realidad, un compendio de esta, no corresponde a un entendimiento de la misma. En resumidas cuentas, hablamos de lo que conocemos sin saber bien por qué lo decimos. Y es ahí cuando de una manera un tanto entrometida, vuelve a colación el epígrafe con el que se dio inicio a este ensayo, traslapado en la pregunta: ¿hacia dónde vamos y de dónde venimos? Tanto más por el carácter dialéctico de nuestra disciplina, es necesaria esta pregunta, pero por el momento dejemos así y pasemos a otro aspecto crucial en esta coyuntura: la acción. “…Si la montaña no viene a mí, yo voy a la montaña…” (Frase de Francis Bacon –filósofo- acerca de Mahoma, atribuida coloquialmente al profeta del islam)
Atentamente: Rizoma Núcleo
Bibliografía: -Bauman, Zygmunt (2002). Modernidad líquida. México. Fondo de Cultura Económica -Camou, Ernesto. De la crisis a la praxis. En: Antropología Aplicada (P. Guerrero, compilador). Ediciones U.P.S y Ediciones Abya-Yala. Quito, 1997. -Freire, Paulo (1970). pedagogía del oprimido. Montevideo. Tierra Nueva. -Powell, Walter W. & Snellman, Kaisa (2004). The Knowledge Economy. Annual Review of Sociology 30 (1): 199–220 -Samudio Reyes, Italia Isadora. Cuentos para muchos, Cuentos para una. Tesis de grado, Departamento de Antropología. Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 1999. Videografía -Todorov, Tzvetan. Porque no creer en el progreso continúo (entrevista). -Colin, Federico. Palomec, René. (2010) Antropología histórica. Xalapa. Universidad Veracruzana. recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=pkwamH1m7CA.
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