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Huevos Hervidos [Extrañamientos Cotidianos]

  • Laura G. Bojaca
  • Feb 28, 2018
  • 6 min read

Juan propuso esta idea que ahora compartimos con ustedes, Extrañamientos Cotidianos. Esta convocatoria a extrañarse de lo cotidiano como ejercicio de sensibilización antropológica y (debido a nuestro entendimiento del mundo) también histórica, es particularmente confusa. Deja patinando a quien se atreve a tomarla e intentar responderla. Extrañarse es una acción casi del devenir, fuera del control del individuo, pero que requiere de la voluntad de este para actuar. Y no quiero contribuir al cliché de salir de la zona de confort, pero funciona acá.



En las vacaciones me encontré en un reducido, un tanto depresivo, club de cine. Y La Forma del Agua eventualmente hizo su aparición en el repertorio. Llevaba tanto tiempo en expectativa de esta película, que todavía no he visto la que se supone íbamos a ver ese día (si, cometieron el error de dejarme re-escoger que película ver a último minuto…). Ahora bien, el cine para mi es algo cercano a un ritual y por eso es la peor actividad social a la que alguien me pueda invitar. Me parece una falta terrible de respeto hablar mientras se mira una película (y ni hablar de mirar el p**o celular), casi ni soporto los ruidos de reacción de la gente de alrededor. Claro está, hay películas que me encarretan tanto que el mundo deja de existir y este puede hacer cuanta barahúnda se le antoje. Así pues, alienarse en multitud está bien y, con la falta de respeto al acto de sentarse a ver una historia, es incluso ideal. Cuando solo hay una persona más en la habitación… no lo es tanto. Y ese fue el caso de La Forma del Agua. Esa película está hecha para robarle el alma a uno. No es bella, es belleza. Pero es algo más, y es que es cómoda. He ahí lo extraño.


No es mi intención hacer una reseña para la película, ni más faltaba (como si ella necesitara más cumplidos de los que ya tiene). Tampoco quiero hacerle una autopsia (eso sería tan atroz como hacérsela a los personajes que le dan vida a esa historia). Mi intención es comentarles sobre las veces, antes y después de verla, en las que me he topado con la misma trama, con lo diverso de estas fuentes y, las coincidencias o inspiraciones compartidas de la creatividad. Al final, les prometo, el titulo de este texto tendrá sentido.


Disculpe aquel que no la ha visto. Advierto que si no quiere saber qué pasa, mejor cambie de texto (recomiendo los demás de esta serie, no los he leído pero es necesario de vez en cuando dar saltos de fe). Y es que la película es la espina dorsal de este texto, en cada línea está presente, inevitable (completo despropósito) no hablar de ella. Comencemos por gracia de brevedad y honestidad yendo al grano. Más allá de mostrar a un humano enamorarse de un anfibio divino semi-humano (digo divino pues es tratado como dios), el punto curiosamente está en algo más mundano, y es en tener sexo con un anfibio divino semi-humano.


El encantamiento de la película, que tan fácilmente me hizo olvidar del individuo que me acompañaba al verla, tiene un contrapeso de sutil ordinarez (en el sentido más literal de la palabra). Nada como entrar en ella por medio de un sueño de la protagonista, música y colores en armonía, una escena de un mundo finito, terrestre y bajo el agua; para continuar no con la alarma que despierta a la protagonista, no con el símbolo de una dieta casi monástica (tres huevos hirviendo), sino con una mujer dentro de una tina casi rebosante masturbándose con el tiempo contado. Día tras día, la misma rutina.


No es nueva, ni tendría efecto si lo fuera, la relación entre sexualidad y el agua. En el mundo poético, no hay nada más sexual que el agua. Y lo que incrementa este carácter, es que el agua es fértil, no de forma tan explícita como la tierra, de donde salen las plantas. La creación en la tierra viene precedida del agua. Una fertilidad indirecta, que la hace vivir allá (¿o allí?) en el vecindario del deseo.


Se dice, que lo más atractivo de esta historia es que explora lo humano en el monstruo y lo monstruoso en el humano. Y eso bien alimenta nuestra fascinación con lo otro y la paranoia colectiva entre el colectivo. Este explicito mensaje en el tiempo en que las migraciones se volvieron un problema a viva voz y las naciones una enclenque ‘terra firme’ de identidad, no es sorprendente. Para no ir lejos, hay un corto creado en Holanda, en una escuela de cine que tiene parecidos casi de déjà vu con La Forma del Agua. Está en YouTube, ‘The Space Between Us’ (si, hay una película reciente con el mismo título y con Gary Oldman… la cual recomiendo también, no es buena y parece vomitada por un unicornio, pero da para un buen rato). Incluso, mi viejo pasatiempo de leer fanfiction diciéndome que algún día concretaré esta etnografía virtual en al menos un artículo, me ha llevado a leer esta misma historia un sinfín de veces. Un monstruo encarcelado, temperamental y sin practica en los comportamientos socialmente aceptados, que se encariña (y viceversa) con una cuidadora (que siempre está allí por casualidad, y que al carecer de la actitud de rechazo que caracteriza a quienes la rodean queda encargada de lidiar con él), tienen sexo (se da por entendido que se han enamorado), y desafían al mundo escapándose juntos. Ninguno con una autopsia o experimentos nefastos en sus historias clínicas.


La sospecha me queda de que semejante cuento no es solo porque Trump quiere un muro. Ni porque el mar atlántico y mediterráneo estén llenos de cadáveres. Ni porque Hollywood y el resto de la producción comercial cultural anglosajona este conquistando el mundo creativo. Tal vez es todo esto, y algo más. Siento que incluso todavía no logro decantar que es ese algo, pero intentaré si no definirlo, al menos circunscribirlo.


Las historias se cuentan cuando se necesitan (por eso hay que tomar con mucha responsabilidad el ponerse a contar cuentos, incluso en la escuela y sobretodo sobre naciones). ¿Por qué necesitamos tantas mujeres empáticas, mal entendidas, mal tratadas y aisladas (disculpen el vocabulario) follando tantos monstruos secuestrados, maltratados y en consecuencia (o en adición) violentos (y valga decirlo, con poderes sobrehumanos)? No es solo una oda al amor por el otro y por aquel ‘Otro’. Es también, el retrato de un mundo que cada vez se trata peor a sí mismo, y que peligrosamente cada vez tiene menor capacidad para la violencia explícita y mayor para aquella que es sutil. Y es allí, cuando la fantasía, como método de pensar al mundo logra su más alta forma. Cuando le da reverso a la realidad para que esta sea más clara. Este es un mundo, en el que obviamente no hay final feliz, pero el primer paso hacia este es dejar de ser quien eres. Y literalmente, sacar agallas.


Se tiene en la mente la imagen del monje de retiro, viviendo de agua, avena y pan rancio, alejado del mundo en busca de dios. Marcando el ritmo del día por los momentos de oración. Elisa (la protagonista de la película), es así. Solo come pan y huevos hervidos (y un pie [tarta], sacrificio por amistad), no solo muda como condición biológica pero prácticamente aislada salvo por su vecino y su compañera de trabajo. Marca su día a punta de relojes y, su búsqueda de dios y su relación con él, del dios que luego encuentra, viene anunciada por su sexualidad siempre atada al agua. Hay algo terriblemente estéril en toda la imagen, una constante promesa de que acabará pronto. Como el agua en sí misma, una austeridad que cría deseo y promete futuro. Un fin en sí mismo.


La creatividad no se agota, como para estancarse. La creatividad en repetición sin fin hasta el toparse con una mutación. No es extraño entonces que esta historia este en todos lados, que se encarne en lo mundano y lo espectacular. Es extraño por el contrario, lo visible que es el deseo en el agua. No hay fruto, no hay vida después. Solo tres huevos en agua hirviendo. Esperando el momento en que no haya que luchar más por pertenecer al no encajar, de pertenecer y crear, pues habremos cambiado de mundo. Es saltar del barco, sin el miedo a ahogarse.










Post Mortem:


El texto quedo "ineditable", cargando mucho de lo que fue el momento en que lo escribí. Por eso un par de observaciones: a) Les puedo decir que las siguientes entregas son únicas en sí mismas, y esta vez lo digo con experiencia. b) Si les interesa la conexión entre sexualidad y agua busquen Gaston Bachelard. Es de esos pocos ejemplos en que la materialidad y lo poético reclaman su lugar en el pensar sobre el pensamiento del mundo. c) He leído ya varias veces este texto y creo que hasta hace unos minutos entendí en donde estuvo el malestar y, descarte la idea de editar el texto a último minuto e incluso de hacerlo explícito en esta sección, pues creo que eso eventualmente dañaría el texto en sí... Así que, comentarios y opiniones son bienvenidos.


Correo: llgonzalezb@unal.edu.co





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