top of page

Vagina Andante

Cuando empecé a leer estas entradas me emocioné muchísimo, yo soy una fiel defensora de la genialidad de la antropología y para mi es mucho más que un oficio. Sin embargo, su carácter oficial, correcto, burocrático y estándar, en mi caso personal, mata todo lo maravilloso que tiene y esa es la razón por la que decidí no hacer de ella mi trabajo. Pero nunca me abandona, ahora me es imposible experimentar la vida sin conectar hasta el mínimo detalle, todos los días encuentro su aplicación y reafirmo la necesidad fundamental de pensarnos. La historia de hoy va sobre una de esas ocasiones: sobre el día que decidí ser mujer.


Crecí en una típica familia colombiana: mamá soltera, tías solteras y abuelos casados. Hasta ahí todo normal, la sorpresa llegó cuando entré a la universidad y me presentaron el feminismo. Resultó que los comportamientos típicamente asociados a nuestra sociedad machista colombiana no encajaban con la experiencia que yo tenía de familia. Empecé a comparar la situación de otras personas y lo que descubrí es que en mi casa existe más bien algo así como un “hembrismo”. Mi abuela solo se quedaba en la casa los 40 días de dieta y el día 41 ya estaba trabajando en su puesto de comida en la galería del pueblo. Mientras tanto, mi abuelo se quedaba en la casa y se hacía cargo de los niños y, dos veces al día bajaba con el bebé en brazos del momento para que mi abuela tomara un descanso de 30 minutos, lo alimentara y él subiera de nuevo a cumplir sus labores de padre.


Mi abuelo era el alcahueta, el que cuidaba los enfermos, el que les hacía cuarto para que mi abuela no los regañara, el que les daba dulces a escondidas, el que los acompañaba cuando tenían miedo. Mi abuela era la que llevaba el sustento, la que daba la cara por la familia, la implacable, la que les exigía carácter. Tuvieron 6 hijas y 3 hijos. Mis tíos son padres abnegados, cocineros increíbles y anfitriones excepcionales; mis tías son mujeres decididas, han hecho de sus vidas lo que han querido y todas han probado esto de ser amas de casa, pero a ninguna le cuajó mucho la idea. Para colmo, decidí estudiar antropología. Yo no creo que la universidad sea un lugar perfecto y que solo sean mariposas y arcoiris por donde se la mire, pero con seguridad en antropología es posible el cuestionamiento y lo más importante, personas dispuestas a preguntar.


Después de un largo proceso de adoctrinamiento antropológico (:v) llegué a mí, me cuestioné como individuo y lo noté, había llegado a un punto de extrema comodidad que solo era posible dentro de los límites de la universidad; esta situación no podía continuar toda la vida. A pesar de lo bien que me sentía sabía que era un lugar de paso y que el camino continuaba afuera, así que tomé las riendas del asunto, decidiría quién ser, priorizaría las cosas sin las que no puedo vivir, y navegaría por la sociedad asumiendo las consecuencias de esas decisiones, la realidad no me iba a romper. Pensé en muchas cosas, pero el hecho de ser mujer nunca me pasó por la mente.


Ahora reconozco que decidí obviar esa parte, los asuntos de género siempre me han interesado y es un tema que realmente disfruto, pero siempre lo había visto como una espectadora, me decía que me identificaba en femenino por comodidad pero no por decisión y cuando decidí el oficio al que llamaría trabajo era consciente que el hecho de ser mujer iba a ser problemático; pero por favor, yo no soy una muñeca de porcelana, siempre he hecho lo que quiero y no puede ser tan grave como lo pintan ¿cierto? Historia larga corta, salí de la comodidad de un entorno conocido, me lancé al mundo, y el mundo me recibió con tres penes en la mano. :v



A mi me encanta el mar, quiero ganarme el sustento siendo una persona de mar y para eso debo obtener las certificaciones de la gente de mar. Hasta ahí todo bien. El problema es cuando uno descubre que de la totalidad de la gente que trabaja en el mar solo un 2% son mujeres, pero de ese 2%, un 80% trabaja en el área de hostelería de los cruceros; quiere decir que deseo hacer parte de un grupo que representa el 0.4% de todo un gremio. Yo sabía que iba a ser difícil, la situación estaba contemplada, pero una cosa es saberlo y otra cosa es vivirlo.


Llegué al primer día de clase, y lo juro, vi como al cruzar el marco de la puerta me convertía en una vagina andante; nunca en mi vida había sido tan consciente del hecho de que ser vista como mujer significaba ser tratada de forma diferente. Supongo que fue necesario un entorno extremadamente falocentrista y heteronormativo (como dirían los académicos) para notarlo, todos mis otros compañeros son la típica representación del hombre blanco del primer mundo clase media; cabello corto, colores neutros, hablan de fútbol y se envían porno. Cuando digo “todos mis otros compañeros” me refiero específicamente a que, en un grupo de 36 personas, 35 eran hombres y yo era la única no hombre; frente a mis ojos las estadísticas se convertían en realidad.


Los recordatorios no se hicieron esperar, en las primeras clases todos los profesores hicieron el comentario de “la única mujer”, cuando debíamos cambiar de salón o llegábamos a un entorno nuevo podía sentir un campo de tensión entre mi y los otros. Lo que en un principio fue “la curiosidad de lo nuevo” poco a poco se convirtió en la norma. Pasaban los días y los profesores no dejaban de hacer hincapié en que era la única mujer, los estudiantes no dejaban de actuar diferente cuando se comunicaban conmigo, en las materias que incluían “ciencias duras” recibía especial atención porque “a las mujeres se les dificulta más el análisis espacial”, los profesores al hacer comentarios menos académicos y más jocosos decían “cuidado con lo que dicen porque hay una mujer”.


Vainas simples, algunos dirán que no es gran cosa, yo en el pasado habría dicho que no es gran cosa, pero despertase todos los días a llegar a un lugar lleno de gente donde nadie puede ver otra cosa más que el hecho de tener vagina y experimentar este tipo de situaciones una y otra y otra vez es sofocante. Empecé a preocuparme por cosas por las que no me preocupaba antes. No podía pedir explicaciones extra en una clase porque eso reforzaría el estereotipo, tenía que ser más fuerte, más ágil, más aplicada; no importaba si el resto no lo era. Me encontré intentando justificar todo el tiempo que tenía derecho de estar ahí y que era capaz de ser lo “ideal” aún cuando el resto se esforzaba medianamente.


A las dos semanas de entrar llegó otra mujer y me le pegué como un chicle, como personas éramos totalmente diferentes, pero en este entorno todo se reducía al género y el solo hecho de ser mujer ya la convertía en la persona más “similar”. Ella era mucho más abierta y fue mi puente con el curso. Me refiero en pasado porque ella se fue. El curso tenía un grupo de WhatsApp para “cosas académicas”, alguien rompió el “académicas”, el grupo se convirtió en una galería de porno, ella consideró que era demasiado, ella envió un mensaje pidiendo que redujeran el contenido, el mayor proveedor de porno respondió que el mar no era para gente sensible que no aguantaba el porno (lo sé, cero lógica). ella dijo que no era para ponerse a la defensiva, el proveedor entonces dijo “ya no más, voy a acabar esto de raíz” y acto seguido envió un video de tres soldados rompiéndole las piernas a una mujer desnuda e inconsciente con el cabo de los fusiles que portaban.


Ella presentó una queja ante el consejo académico, los profesores se reunieron y llamaron al proveedor. No sé qué pasó. Un amigo del proveedor hizo un comunicado en su nombre en el grupo de WhatsApp donde decía que la queja había sido un acto infantil ya que el porno no es un delito. El grupo se llenó de mensajes de indignación ante el acto cizañero de ella por ser una “diva” y ofenderse con el porno, nadie relaciono el hecho con el video de los soldados. Todos la empezaron a ignorar, el proveedor se convirtió en víctima y ella en villana. Ella abandonó la escuela al mes. El tema no se volvió a tocar de nuevo.


Gracias a todo esto decidí aislarme completamente. Los comentarios no se acabaron pero mi comunicación sí. Poco a poco me costaba más levantarme para ir a clases, solo escucharlos me provocaba hastío, todas sus acciones me generaban ira, no tenía a nadie de confianza, no conocía a nadie y estaba sola. Era una mujer en un mar de hombres y me cuestioné si debía también abandonar y repensar de nuevo a qué dedicarme; sin embargo, realmente me gusta el mar.


Después de un fin de semestre de mierda, empecé a aceptar el hecho de que esta situación no es algo local. Que ser vista como una vagina andante será parte de mi carta de presentación si decido trabajar en el mar, que el machismo realmente es la norma y que escoja lo que escoja, la etiqueta de mujer siempre estará presente. Entonces tengo dos opciones, seguir renegando de lo injusto del mundo y quejándome porque a los que tienen pene no los miran de esa forma pero yo por tener vagina debo ser cuestionada todo el tiempo o, aceptar que soy mujer, apropiarme de la etiqueta y seguir haciendo lo que se me da la gana. Así que escojo la segunda, si ya estoy jodida pues al menos seguiré jodida haciendo lo que quiero. Soy mujer ¿y qué? No pienso renunciar a las posibilidades que el mundo de hoy me permite, no será fácil pero no soy la primera ni seré la última.


Después de asumir esto el cielo se despejó y pude reconocer mi entorno. Dejé de ver una manada de penes y empecé a reconocer personas con diversas personalidades, diversas motivaciones y diversas inseguridades. Ellos también se sienten forzados a representar un papel y su identidad también es cuestionada cuando no son totalmente masculinos, así como yo soy mucho más que una vagina, ellos son mucho más que un pene. El machismo sigue ahí, los comentarios de los profesores no cesan y la incomodidad de la comunicación sigue, pero ahora estoy en un entorno con otras personas con singularidades y contextos diversos donde nos encontramos atravesados por el machismo.


Parece que nos cuestionamos un montón, pero a ratos no lo suficiente. He vivido como mujer toda la vida y tengo un conocimiento especializado y una formación académica sobre temas sociales y de género y nunca me había parado a pensar por qué usaba la etiqueta de mujer como persona. Hoy, después de esta tormenta que ha sido uno de los momentos más difíciles que he vivido puedo declarar con conocimiento de causa: sí, soy mujer, y suerte al que no le guste :v.




Entradas Destacadas
Entradas Recientes
Archivo
Búsqueda por Etiquetas
No tags yet.
Síguenos
RSS Feed
bottom of page