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La tomba me multó por portar marihuana y fui al curso pedagógico turro. Crónica de una micro-trasgre

Eran las 11 de la mañana del 4 de abril (2017), un amigo y yo salimos de Nacho rumbo a la casa de “Chicorita”, otro amigo. Eran unas pocas cuadras las que componían el recorrido, pero no llegamos muy lejos antes que dos policías; un agente y una agente nos pararan a pedirnos nuestras cédulas y una requisa. El policía me preguntó qué llevaba en mi mochila y yo le respondí; “una sombrilla, un cuaderno y un grinder con marihuana”. Él sacó el grinder y miró el poquito de hierba trillada que había allí, nos iba a dejar ir pero yo le pedí que me devolviera mi marihuana... para no ir más lejos nos enfrascamos en una discusión en la que termine perdiendo porque el código de policía en su artículo 140 considera el porte de sustancias “psicoactivas” como una contravención. El resultado, quede con un comparendo pedagógico y la citación a un curso, al que al principio no quería ir pero por el cual, poco a poco, me comenzó a surgir una curiosidad casi morbosa. Me despedí de los tombos diciéndoles que la próxima vez que nos viéramos me iba a saber todito el código y la constitución para enseñarles como funciona el estado y me fui. (cosa de la adrenalina y el orgullo del momento)



Desde la antropología se pueden hacer estudios de las situaciones cotidianas para explicar y entender las dinámicas de poder, por lo tanto decidí hacer de mi experiencia una “descripción densa” lo que coloquialmente quiere decir que iba a hacer de mi experiencia un estudio antropológico y la presente crónica.


Fue entonces así como decidí registrar todo lo acontecido la mañana del lunes 10 de abril (2017). Cuando me desperté, un tanto ansioso, pensaba que ese día tendría que ir a enfrentar mi “charla de 6 horas sobre el código de policía”, tal como me lo había dicho el tombo. Desayuné, y cómo un acto político me eche unos plones: “sí era capaz de ir a la charla turro y nadie lo notaba, demostraría -en este espacio- que la marihuana no es algo malo per sé sino que, como todo, depende del consumidor.”

Salí de mi casa rumbo a la estación de la calle 45 a eso de las 8, tome un Transmilenio hasta la estación de Sans FaÇon. En el recorrido oscilaba entre la adrenalina, el miedo y la emoción. Mientras pasaba por la estación de la 19 vi una bandera gay gigante ondeando en la fachada de un edificio y pensé: “estos ya no son tiempos para que nos juzguen con moralísmos baratos”. Al finalizar el recorrido salí nerviosamente por la parte oriental de la estación y camine las escasas 2 cuadras que separan la estación de la Casa de Justicia de Mártires. Cuando al fin llegue le pregunte al celador donde debía ir para descargar un comparendo pedagógico y me dijo: “la charla es a las 9 así que le toca esperar arriba”.


Entré a ese lugar y subí las escaleras mientras no dejaba de pensar en que ese blanco hospital y ese azul de “Recuperemos Bogotá” le daban un aire de clínica de la moral. Me senté a esperar los 40 minutos que hacían falta en una sala de espera que recuerda las visitas a la EPS. Mientras estaba allí me puse a leer la sentencia C-491/12 de la Corte Constitucional, comúnmente conocida como la que regula la “dosis personal”. La sentencia, en un mar de páginas y de lenguaje burocrático básicamente relata todas las demandas que se han impuesto a las leyes que quieren regular la posesión de drogas de los consumidores e incluso criminalizarla. -como el actual código aunque digan que es civil y no penal-. En esta sentencia se habla de un concepto que es clave aquí “llevar consigo”. este concepto es el meollo del asunto, pues considera que el consumidor no debe ser criminalizado por cargar su dosis personal.


Mi lectura se vio interrumpida porque comenzaron a llegar más personas, y un chico de unos 20 años, le preguntó a un hombre mayor por que lo habían multado. El hombre un poco sorprendido dijo “por meterme en moto por la 7a” todos reímos y le dijimos que ahí sí paila. Luego yo le pregunté al chico “¿y a usted por qué lo multaron?” y me respondió: “ por perifoneo y venta ambulante”. Cosa que parecía ser una constante el la sala, pues la mayoría de personas que estaban allí era por venta ambulante. Finalmente, él me pregunto que por qué yo estaba allí, y le respondí entre risas; “por marihuanero”. El señor que se había metido por la 7a me miró sorprendido y el resto rieron. Sin embargo yo hice la aclaración de que no estaba fumando, sino que había sido requisado y me habían encontrado mi marihuana. En ese momento llegaron 3 estudiantes del Rosario -dos hombres y una mujer- nos contaron que a ellos los agarraron en la Plaza Santander, ya se habían fumado un porro y no les encontraron nada, aun así les habían multado. En esas el chico del perifoneo dijo “uy, pero la pregunta es ¿si hay para pegarlo?” todos reímos.


Cuando nos estábamos comenzando a conocer, un hombre delgado y de gafas de unos 50 años nos invitó a pasar a un salón que tendría unas 20 sillas en U, de las cuales se llenaron por ahí 15. Se presentó como el abogado de la Casa de Justicia, hizo algunos chistes un poco flojos para romper el hielo y luego nos pidió a todos que sacáramos nuestro comparendo y que lo revisáramos. “ustedes tienen el derecho a presentar descargos y a presentar un recurso de apelación” nos dijo el hombre mostrando el comparendo que le pidió a dos mechudos que estaban frente a mi. “tomar en vía pública”, se acercó a un tablero lleno de cartulinas plastificadas hechas con marcador que tenía las contravenciones más frecuentes, leyó lo que correspondía a la contravención de los mechudos y prosiguió.

“¿Ustedes por qué están aquí?” les pregunto al grupito del Rosario y ellos respondieron que porque los habían agarrado fumando. “¿fumando que?” dijo el abogado, nuevamente reímos todos y la chica dijo: “marihuana” con una sonrisa algo pícara. El hombre se remitió al artículo 140 del código de policía y aparte dijo: “Para los que consumen sustancias psicoactivas esto es más una recomendación que algo legal; no consuman porque eso es malo para su salud, uno ha visto a mucha gente más leída que uno en la calle…”. En ese momento yo salté de mi silla y le dije: “discúlpeme pero eso es un juicio moral, el estado no tiene soberanía sobre nuestras decisiones personales”- el me respondió “claro, pero pues es es solo una recomendación eso les hace daño” y yo a su vez le comenté: “sí yo como chanchullo todos los días sé que me estoy haciendo daño, y que lo más probable es que después de un tiempo me de un ataque cardiaco y me muera, pero no veo que todo el mundo tenga un juicio moral despectivo hacia el chunchullo”. El me dijo que tenía razón, pero que era una recomendación.


Yo, ya envalentonado, le pregunté al abogado por el concepto de llevar consigo y él me respondió que esperara y que: “ya iba para allá”. Entonces él prosiguió con los vendedores ambulantes y dijo: “a ustedes ya no los pueden multar, la Corte Constitucional acabo de sacar una sentencia en la que dice que la policía no puede seguir multando a los vendedores mientras el estado o las alcaldías no ofrezcan alternativas, pero para eso también tienen que estar afiliados al IPES (Instituto Para la Economía Social), en este país hay mucha incultura, pero también mucho abuso”. Luego de esto me respondió: “el artículo 140 del código de policía está demandado con base en los argumentos que usted me dio, la sentencia tiene que salir antes del 30 de abril (2017 y no tengo entendido que actualmente esté vigente) y por los antecedentes lo más probable es que salga a favor de los consumidores”. Miró su reloj y dijo que ya había terminado el curso -pasó un poco menos de una hora- no sin antes recomendarnos que hiciéramos difusión de lo aprendido y que leyéramos el código que “solo vale 2000 pesos”.


Cuando todo el mundo salió le conté al abogado de mi intención de hacer esta crónica y pareció aprobarlo porque me dejo tomar fotos a su cartelera. Luego de esto salí junto con el grupito del Rosario, les confesé que había ido turro, (pacheco, trabado, enmarihuanado) nos reímos y hablamos de lo ridículo que resulta que la tomba nos persiga por ser marihuaneros: “sí ellos andan buscando a la gente para fumarse la marihuana que incautan” exclamó la dulce princesa del Rosario. Me hubiera quedado a pegarlo con ellos si no fuera porque viajaba por Semana Santa a Tunja.


Como una pequeña reflexión final les invito a conocer sus derechos y deberes para que cuando los agarren sepan cómo defenderse. La policía es una institución con directrices morales que nació en la época de la hegemonía conservadora y está plagada de juicios morales católicos (y su consecuente doble moral). (Hering) Igualmente les exhorto a que salgan del closet canábico o de consumo, pues eso nos permite empoderarnos políticamente y pelear con argumentos.

¡Si los tombos quieren marihuana que se la compren!


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